Las suscripciones son una plaga: ¿Con cuáles sigues día de hoy?

Nos estamos acercando a un punto de inflexión en el que nuestros hábitos de consumo digital están a punto de cambiar para siempre. El primero de estos “cambios de paradigma” ocurrió allá por 2008 con el nacimiento de Spotify en el mercado europeo (sí, fue uno de esos casos extraños en los que un producto de éxito se lanzó en Europa antes que en América o Asia).

Vale, un año antes Netflix también había dado el salto al streaming, pero todavía estaban haciendo la transición del mercado de alquiler de DVDs a un servicio puramente online, y además todavía no se habían extendido a América Latina (eso ocurriría en 2011) y en países como España no tendríamos la oportunidad de probarlo hasta bien entrado el 2015.

Gracias a estos dos servicios de alcance mayoritario (¿a quién no le gusta la música o el cine?) la gente comenzó a ver este tipo de plataformas como una alternativa más que razonable a comprar discos de música o películas DVD en formato físico, que además de ser más caros ocupaban cada vez más espacio en las concurridas baldas, cajones y expositores de nuestra casa. Si a todo eso le sumas que las suscripciones por aquellos tiempos eran baratas como el demonio ya tenías la ecuación resuelta en menos de un minuto: streaming en vena, por favor.

Después de las risas vienen los llantos: estamos hipersaturados con tantas suscripciones

Desde entonces el modelo de negocio de plataformas como Netflix ha hecho que todas las grandes compañías quieran tener su propio servicio de suscripción. De ahí salieron servicios hasta de debajo de las piedras: suscripción de Amazon Prime para las compras, suscripciones a herramientas de software como Photoshop, el Game Pass de Microsoft para los videojuegos, cómics, libros, podcasts y una lista infinita de productos y servicios de todo tipo. Hasta te puedes suscribir para que te envíen la comida de tu gato todos los meses.

Pero la industria cuando se encuentra con semejante “caramelo” de hacer dinero no puede evitar exprimirlo al máximo, y así hemos llegado a la situación actual, donde todo parece estar desmoronándose como un castillo de arena arrasado por las olas.

El consumidor, abrumado por tanta oferta, no solo de servicios tan parecidos como Disney+, HBO Max, Prime Video, SkyShowtime o Netflix, sino el hecho de que casi todo ahora funciona mediante suscripción, desde la música hasta las aplicaciones, ha hecho que nos veamos saturados de tanto entretenimiento, y ya no valoramos los contenidos como antes.

Ni tomándotelo como un trabajo podrías llegar a ver ni un 5% de todo el contenido que hay disponible.

Con una mentalidad así, en la que no nos comprometemos con nadie, también se ha hecho más fácil que en el momento en el que las plataformas han comenzado a subir el precio de las suscripciones (admitámoslo, la burbuja no podía seguir creciendo eternamente) muchos hayan optado por desentenderse y cancelar su cuenta.

Algunos consumidores incluso se han dado cuenta (demasiado tarde) de que ninguna de esas películas, series o canciones eran realmente suyas, hasta que han dejado de pagar las correspondientes suscripciones, claro. “¡El formato físico nunca me habría traicionado de esa manera!”, pensaron algunos.

Quédate solo con las indispensables. Para el resto, no te cases con nadie

En los años “fuertes” del streaming, allá por 2020 y 2021, personalmente recuerdo haber estado suscrito a más plataformas de las que estaría dispuesto a admitir en un interrogatorio. He estado viendo anime en Crunchyroll, lo he intentado con los audiolibros de Audible, estuve suscrito a Stadia cuando aun existía y también he pasado por el aro con las apps premium del Google Play Pass.

Todo eso sin mencionar a las plataformas de streaming, empezando por Spotify y siguiendo con HBO Max, Disney+, SkyShowtime, DAZN y muchas otras plataformas de las que ya ni siquiera recuerdo el nombre.

Hoy en día la única suscripción que considero indispensable es YouTube Premium, pero básicamente porque en mi casa vemos más videos de YouTube que minutos de televisión al día, y la diferencia de ver YouTube con anuncios o sin ellos es simplemente abismal.

Este mes de agosto también me he suscrito a HBO Max porque había varias series que quería ver (¿alguien más ha visto “No me gusta conducir”?), y bueno, siendo verano tampoco pasa nada por darse un capricho de vez en cuando, teniendo en cuenta que este año no me he cogido vacaciones. Eso sí, en el mismo momento en que me he suscrito he cancelado la suscripción para evitar la renovación automática por puro despiste (que levante la mano al que no le haya pasado más de una y más de dos veces).

Por último, todavía sigo con Amazon Prime, ya que solo con los regalos de navidades y cumpleaños ya amortizo fácilmente la suscripción, y Prime Video siempre tiene alguna sorpresa agradable de vez en cuando. Pero poco más (y espero continuar así durante una buena temporada).

¿Vosotros qué opináis? ¿Seguís suscritos a tantas plataformas y servicios como hace unos años? ¿Cuáles consideráis indispensables en vuestro día a día? ¡Nos leemos en la zona de comentarios!

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1 COMENTARIO

  1. Entre col y col, te cuelan verdolaga y esa es la finalidad, por cada producto de algún valor y utilidad, introducen 10 que no sirven.

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